martes, 13 de septiembre de 2011

Chismes del 13 de Septiembre: Los Niños Héroes (Ni tan niños, Ni tan héroes?)

La verdad presenciar  la caída de los mitos con que nos instruyeron en la niñez  duele y duele mucho ya que a pesar de ser “Princesa de la Oscuridad” no dejo de ser mujer y mi corazoncito tiene un rincón tierno y cursi donde siempre guarde con mucho cariño el recuerdo por los “Niños Héroes” de Chapultepec  y cada que veía televisada la ceremonia en el monumento a los Niños Héroes y los Cadetes del Heroico Colegio Militar gritaban: MURIO POR LA PATRIA!! De verdad sentía escalofríos y hasta ganas de llorar.
Hoy  sigo con ganas de llorar  pero al enterarme de la cruel verdad de que los Niños Héroes, ni eran  tan niños, ni eran tan héroes, ya que después de serias investigaciones se determino que  en septiembre de 1847, Francisco Márquez y Vicente Suárez andaban por los 14 años de edad; Agustín Melgar y Fernando Montes de Oca tenían 18; Juan de la Barrera 19 y Juan Escutia 20.
Bueno tampoco eran hombres, pero si debe haber sido duro tener que enfrentarse a 1,200 gringos feos y armados hasta los dientes porque no tenían la obligación de permanecer en el Castillo por su condición de cadetes y decidieron quedarse voluntariamente y con escasas provisiones y pertrechos militares, resistieron el bombardeo de más de un día, bajo el fuego de la artillería enemiga.
También dicen que ni tan héroes por que al final Juan Escutia no murió por un salto ni envuelto en una bandera, cayó abatido a tiros junto con Francisco Márquez y Fernando Montes de Oca cuando intentaban huir hacia el jardín Botánico.
Ahora quiero que me digan  si un hombre hecho y derecho y con más adiestramiento no se iba a echar a correr si el enemigo se te viene encima y tu ya no tienes ni con que defenderte.
Sin embargo, para mí sí fueron héroes por haber tomado las armas para defender el territorio nacional frente a este simple  hecho, la edad poco importaba y demostraron mucho heroísmo.
No se Uds. Pero  Juan Escutia fue y será siempre mi “Niño Héroe” favorito, por el mito romántico que cuenta como él  toma la bandera de México y decide arrojarse desde lo alto del Castillo de Chapultepec antes que verla mancillada por los invasores.
Lamentablemente la bandera nacional si fue tomada por el ejército norteamericano y no fue devuelta a México sino hasta el sexenio de José López P.

Ahora de donde viene toda la tierna historia de “Los Niños Héroes de Chapultepec” y por qué se ignoró prácticamente a poco más de 800 soldados mexicanos, que fueron apoyados por el batallón activo de San Blas con 400 hombres más y medio centenar de cadetes del Colegio Militar  y se redujo a el noble sacrificio de solo 6 cadetes de tan tiernas edades?
Ah, pues por pura cuestión de orgullo y a la boca floja del presidente de E. U.  Harry Truman, quien en Marzo de 1947 realizó una visita oficial a México cuando se conmemoraban 100 años de la guerra entre ambos países y queriendo zanjar tan penoso incidente  se le ocurrió declarar al poner una ofrenda  floral en el Monumento  a los Niños Héroes: “un siglo de rencores se borra con un minuto de silencio”. La frase de Truman y el homenaje obvio tocaron nuestra fibra más sensible  del nacionalismo y desató uno de esos odios contra los gringos, a tal grado que, al anochecer, cadetes del Colegio Militar retiraron la ofrenda del monumento y la arrojaron a la embajada estadounidense.
Para apaciguar los ánimos y resaltar los valores de la mexicanidad sobre la falta de delicadeza de los norteamericanos, el gobierno encabezado por Miguel Alemán, decidió recurrir a la historia. Poco después de la visita de Truman se dio a conocer una noticia que ocupó las primeras planas de los diarios. Durante unas excavaciones al pie del cerro de Chapultepec se encontraron seis calaveras que se dijo pertenecían a los niños héroes.
La supuesta autenticidad fue apoyada por varios historiadores y por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Nadie se atrevió a contradecir la “verdad histórica”, avalada por el presidente, con un decreto donde declaró que aquellos restos pertenecían indudablemente a los niños héroes.
¿Quién podía cuestionar la autoridad histórica del presidente de la República. Si la fundamentación era muy sólida?  Seguramente en septiembre de 1847, en medio de la batalla, alguien se tomó el tiempo para hallar, entre los 600 muertos que yacían regados por todos lados, los cuerpos de los seis cadetes que cayeron en distintos sitios y los sepultó juntos esperando que un siglo después fueran encontrados para gloria de México.
A partir de ese momento los “niños héroes” se transformaron un mito. En 1952 se inauguró su nuevo monumento –conocido hoy como el altar a la patria- y ahí fueron depositados los restos óseos de seis desconocidos pues nunca se comprobó científica y documentalmente que efectivamente eran los cadetes. Por lo tanto ese fue, un fraude óseo.
El sistema político mexicano manipuló  y sigue manipulando la historia y  negó su lugar a otros personajes que también participaron en 1847.
Hoy sabemos que los seis cadetes que cayeron combatiendo no eran los únicos que tomaron las armas para defender a la patria, hoy también sabemos que la Bandera Nacional si fue defendida por el cuerpo del Capitán Margarito Suazo, el 8 de septiembre, en la sangrienta batalla de Molino del Rey.
Miembro del batallón Mina, el capitán Margarito Zuazo fue de los últimos oficiales en caer ante el  enemigo. Sus jefes, el general Antonio de León y el coronel Lucas Balderas habían caído ya. El capitán Zuazo corrió la misma suerte.
El genial escritor Guillermo Prieto hace la narración:
“Le hirieron de muerte, y viéndose perdido, tomo la bandera del batallón Mina matando a los que se echaban sobre ella. Con la bandera en su poder, continuó luchando y tras sortear las balas de fusilería, la metralla de los cañones y las afiladas bayonetas, logró llegar al edificio principal de Molino del Rey. “Allí se quitó la chaqueta y la camisa –continúa Prieto- y se enredó contra su cuerpo la bandera”. La amenazante cercanía de los norteamericanos no lo amedrentó; cuando la batalla tocó la última llamada, el capitán regresó al combate. Las bayonetas invasoras no tuvieron misericordia de su cuerpo, atravesado una y otra vez, Zuazo logró retirarse moribundo, buscando salvaguardar la bandera que, bajo su uniforme manchado de guerra y sangre, encontraba el calor de la patria en el cuerpo de uno de sus hijos que por ella, entregaba la vida. Hasta la muerte debió reconocer su valor. Del “héroe desconocido”, el Castillo de Chapultepec guarda la preciada reliquia”.
Evidentemente ya vimos que: Los verdaderos héroes no se encuentran en la historia oficial.
Por mi parte prometo seguir guardando en el mismo rincón donde esta Santa Claus, Los Reyes Magos, El Conejo de Pascua y el Amor Verdadero; entre otros mitos, la leyenda romántica de Juan Escutia lanzándose por un costado del Castillo de Chapultepec envuelto en la bandera nacional y hoy cuando el presidente mencione el último nombre, durante la ceremonia oficial, y antes de que los cadetes responda yo diré el nombre: Capitán Margarito Zuazo, para escuchar toda emocionada  con escalofríos y ganas de llorar: MURIO POR LA PATRIA!!